El desastre nuclear Teléfono rojo volamos hacia Moscú
Con la excusa de parodiar la escala armamentística que podría llevar a un desastre nuclear (recordemos que el título original de 'Dr. Strangelove' incluía la coda 'Cómo dejé de preocuparme y amar la bomba'), Stanley Kubrick rodó su comedia más obvia (en una filmografía que nunca estuvo carente de humor) en blanco y negro, subrayando los tonos siniestros de una historia extremadamente cínica.
Lo mejor de esta escalada de decisiones desgraciadas (y altamente realistas) que se reducen a comprobar qué gerifalte de superpotencia la tiene más larga, es la fauna de sociópatas y megalómanos que la pueblan, desde el militar americano que inicia los ataques al delirante Doctor Strangelove, un científico de pasado nazi que teoriza (con indisimulado placer) sobre los beneficios de la Destrucción Mutua Asegurada y al que se le escapa el saludo mano en alto a la mínima. Una parábola oscurísima y cuya imagen del militar cabalgando La Bomba como si fuera un caballo desbocado es uno de los mayores iconos del humor negro clásico.